miércoles, 28 de marzo de 2012

CÓMO TRANSFORMAR LAS PÉRDIDAS EN GANANCIAS

Pero el don no fue como la transgresión, porque si por la transgresión de aquel uno muchos murieron, la gracia y el don de Dios abundaron para muchos por la gracia de un solo hombre, Jesucristo. Romanos 5:15

Si usted está pasando por una mala racha y necesita que alguien le diga cómo cambiar las cosas, busque a Dios. Él es experto en la materia. Él ha sufrido las mayores pérdidas que jamás alguien haya sufrido.
Dios perdió a Lucifer, el ángel de mayor rango y el más ungido. También perdió como un tercio de todos los ángeles cuando Lucifer se rebeló. Luego perdió al hombre y a la mujer que había creado; y como les había dado dominio sobre la tierra, también perdió ese dominio. Esa fue una gran pérdida de bienes raíces.
No obstante, Dios no es de los que pierden. Él es el mejor ganador de todos los tiempos. ¿Sabe por qué? Porque Él sabe cómo transformar las pérdidas; sabe cómo poner en práctica el principio de dar y recibir para transformar las pérdidas en ganancias.
Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo… (Lucas 6:38): este es el gran principio contra las malas rachas.
¿No es esto asombroso? Dios tenía a la mano todas las opciones posibles para recuperar las cosas que había perdido. Tenía toda la sabiduría y el poder a su disposición. Sin embargo, de todas las opciones posibles, Él escogió el principio de dar. Dios dio algo que no podía ser reemplazado: su Hijo unigénito. Luego respaldó ese regalo con su propia fe. Y cuando el principio de dar y recibir había cumplido su propósito, Dios Padre todopoderoso no sólo recibió a su Hijo unigénito, sino también a millones de otros hijos con Él.
No se desespere por sus pérdidas, redímalas como Dios redimió las de Él. Dé, y ponga en práctica el principio más poderoso del universo a trabajar a su favor.

Escritura Devocional para leer:
Romanos 5:15
Texto Bíblico Devocional:
Pero el don no fue como la transgresión, porque si por la transgresión de aquel uno muchos murieron, la gracia y el don de Dios abundaron para muchos por la gracia de un solo hombre, Jesucristo.

Escrito por Kenneth Copeland

Nunca dejes de ser agradecido

“…NO OLVIDES NINGUNO DE SUS BENEFICIOS” (Salmo 103:2)
El escritor Philip Yancey narra lo siguiente: “En mi primera visita al Parque Nacional de Yellowstone, cientos de turistas rodeaban el géiser Old Faithful, con las cámaras preparadas para disparar, mientras el reloj digital marcaba la cuenta atrás para la próxima erupción. Nosotros nos encontrábamos en el comedor del hotel con vistas al géiser cuando el reloj indicó que faltaba un minuto para la próxima erupción. Junto con el resto de los comensales, nos apresuramos a las ventanas para ver el fenómeno. Todos nos quedamos maravillados y boquiabiertos, y tomamos decenas de fotos; algunos hasta aplaudieron. Pero al recordar tal acontecimiento, me doy cuenta de que ni uno solo de los camareros o de sus ayudantes se inmutó ante tal espectáculo ni se movió de su sitio. El géiser Old Faithful les resultaba tan familiar que había perdido la capacidad de impresionarles.”

Mi pregunta, entonces, es: ¿Por qué perdemos el sentir de agradecimiento y damos por hecho todas las bendiciones de Dios?

1) A causa de los problemas: Si cierras un ojo y acercas una monedita mucho al otro, podrás bloquear totalmente la luz del sol. Los problemas enturbian tu visión.
2) A causa de las presiones. A veces aquellas cosas que pensábamos nos iban a dar gran placer y satisfacción, acaban por cansarnos.
3) A causa de la gente. Cuando las personas nos decepcionan, albergamos amargura y nos olvidamos de todo lo que Dios ha hecho por nosotros.
¿Cuál es la solución? “…Nunca decayeron sus misericordias; nuevas son cada mañana. ¡Grande es tu fidelidad!” (Lamentaciones 3:22-23).

Las misericordias de Dios se renuevan cada mañana y lo mismo debería hacer tu gratitud. De hecho, tus días deberían estar saturados de ella. El agradecimiento continuo se deriva de mirar más allá de tus bendiciones y reconocer la fuente de las mismas, el Señor. Su amor, su fidelidad y su misericordia ya están en operación cuando abres los ojos cada mañana.

domingo, 25 de marzo de 2012

LA UNIDAD DE LA FE

Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Efesios 4:13
Si sabe cómo oír la voz de Dios, podrá oírlo llamando al Cuerpo de Cristo hoy. Él está pidiendo unidad, está pidiendo que dejemos los desacuerdos y que nos unamos en preparación para la venida de Jesucristo.
Algunos creyentes se asustan con solo pensar en unirse con otros. “¿Cómo se le ocurre que voy a unirme con alguien de otra iglesia o grupo? - dicen – . No voy a dejar mi doctrina para ponerme de acuerdo con las de otro solo por causa de la unidad”.

Lo que no entienden es que la unidad bíblica no se basa en la doctrina. Los vientos de doctrinas, según Efesios 4:14, son cosa de niños. Los vientos de doctrinas no unen a nadie, más bien dividen y esparcen a la gente en todas direcciones. La Palabra no dice nada con respecto a unirnos en nuestras doctrinas; dice que lleguemos a la unidad de la fe. En el pasado, no hemos entendido esto y hemos tratado de exigir unidad doctrinal los unos de los otros.

“Si usted no está de acuerdo conmigo en cuanto a hablar en lenguas – decimos – o en cuanto al arrebatamiento o en cuanto a las aguas del bautismo, no lo aceptaré como hermano en el Señor. No tendré compañerismo con usted”.
Pero Dios no hace las cosas de esa forma. Él no tiene una lista larga de las exigencias doctrinales que debemos cumplir. Sus requisitos son simples. En 1 Juan 3:23 nos dice cuáles son: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos los unos a los otros.
Una vez que usted y yo empecemos a guardar esos mandamientos y dejemos de preocuparnos por el resto, podremos olvidar nuestras riñas doctrinales e integrarnos en la unidad de la fe. Creceremos tan fuertes en la unidad del Espíritu que los vientos de doctrina no podrán separarnos. Cuando eso suceda, al diablo le va a dar pánico, porque la unidad de la fe del pueblo de Dios es un asunto asombroso; es el hecho más poderoso y sin límites del mundo.
Ahora mismo, en todo el mundo, el Espíritu está llamando a la Iglesia del Dios vivo para que se una. Obedézcale, porque usted podría ser parte de uno de los movimientos más extraordinarios de Dios que este mundo haya visto.

Escritura Devocional para leer:
Efesios 4:13
Texto Bíblico Devocional:
Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

La Cortesía de cortesía de Jesús

“Pero, para no escandalizar a esta gente, vete al lago y echa el anzuelo. Saca el primer pez que pique; ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y dásela a ellos por mi impuesto y por el tuyo.” Mateo 17:27 (NVI)
Al llegar a Capernaum, los cobradores de impuestos del templo le cuestionaron a Pedro por qué Jesús no pagaba el impuesto. Y Pedro, con su impulsividad característica, dijo que pagarían. No sabemos si tenían el dinero para el pago, o si fue una respuesta sin pensar del apóstol. Pero de algo estamos seguros, cuando Pedro llega a la casa donde estaba Cristo, pensando como le diría al Maestro que lo había comprometido para pagar el impuesto del templo, Jesucristo se adelanta y le pregunta:
¿Tú qué opinas, Simón? Los reyes de la tierra, ¿a quiénes cobran tributos e impuestos: a los suyos o a los demás? Obviamente la respuesta fue: a los demás. Cristo le estaba enseñando que Él no tenía que pagar el impuesto, porque Jesucristo era Dios. Era el creador del templo, era el ser a quien todos iban a adorar al templo. Resulta una incongruencia, hacerle pagar el impuesto para mantener el templo al ser que se adora en dicho lugar.
¡¡¿Y ahora que hago?!! se habrá preguntado Pedro. Se podía escapar, tratar de esconderse, moverse de ciudad, inventar una excusa. Pero Cristo fue simple y grande a la vez. Lo mandó a pescar para sacar un pescado que tenía en su boca una moneda, suficiente para pagar el impuesto de Pedro y el de Jesucristo. Es notable la cortesía que ejerció Cristo.
Podría haber explicado su dignidad, argumentado su grandeza, demostrado su origen y nadie le habría cobrado ningún impuesto. Se podía haber ofendido con los cobradores y con Pedro, podría haberlo mandado al apóstol a explicar la situación y evitar el pago. Sin embargo, demostró quien era y tuvo la sencillez de pagar. No hizo abuso de poder, utilizando su autoridad para no pagar. Tuvo la cortesía de pagar el impuesto para identificarse con vos y conmigo.
En lugar de chapear que era Dios, simplemente pagó. Y nos enseño una gran lección de humildad. En estos días donde todos tratamos de imponer nuestra jerarquía, conocimiento, dinero, escalafón o ministerio para que se nos hagan excepciones, Dios mismo tuvo la cortesía de pagar para ser igual que los hombre.

miércoles, 7 de marzo de 2012

No viva con culpa, lamento o vergüenza

“Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra.” (Efesios 5:25-26 NVI)

Usted no tiene que vivir con la culpa, remordimiento, o vergüenza más en su vida. Demasiadas personas están atrapadas con los recuerdos de su pasado que no pueden superar. Cualquiera que haya sido herido y tenga resentimiento o que haya dañado a otra persona y sea culpable puede ser libre hoy.

Dios no quiere que usted lleve ese pesado equipaje a lo largo de su vida. Él quiere que usted sea libre. Esa es una razón que Dios nos dio la Biblia. Él usa su Palabra para erradicar nuestra culpa.

Recuerdo que hace muchos años, cuando estaba predicando, una mujer se acercó a mí llorando. Ella empezó contar una historia muy triste para mí, detallando los grandes errores que había cometido en su vida. Estaba angustiada y llorando profundamente. No paraba de decir cómo se sentía tan culpable.

Luego leí 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (NVI). Es el verso donde se encuentra la jabonera cristiana. Dios dice te voy a dar un baño, que va a deshacerse la suciedad de tu vida, te perdono, y limpio tus pecados.

Luego la llevé a Romanos 8:1: “Ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús” (NVI). Ella preguntó: “¿Quieres decir que todas las cosas que he hecho mal en mi vida, Dios no me va a castigar por eso?” No. “¿Por qué?”, ??Preguntó. Debido a que Jesús pagó por esas cosas. “¿Qué pasa con los que voy a cometer mañana?”, Preguntó. Jesús pagó por ellos, también.

La Palabra de Dios limpia la suciedad, limpia mi mente y mi cuerpo se lava. Ella consigue que toda suciedad, basura, vergüenza, y pecado de mi vida sean perdonados y hechados fuera.

La Biblia dice en Efesios 5:25-26: “Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (NVI).